jueves, 5 de abril de 2012

Bienvenido al paraíso de la imagen
-reseña aparecida en Ciudad X de La Voz sobre "Me va a encantar el siglo XXI" de Mark Strand-

No es necesariamente cierto que la poesía deba regirse por las grillas temporales de los calendarios  pero quizá sea una sentencia atendible la que dicta que todo poema verdadero afronta la contemporaneidad,  traza sus luces y sombras, sus límites y posibilidades, nos propone una trinchera desde la cual comprometerse valorativamente a percibir y hablar el presente. Si esto es así, tenemos que  afirmar que “Me va a encantar el siglo XXI”(Gog y Magog, 2011), una selección y traducción  de poemas del escritor Mark Strand( uno de los poetas más importantes de la literatura norteamericana contemporánea, y con una relativa difusión en nuestra lengua) realizadas por Ezequiel Zaidenwerg, es un libro verdadero cuya lectura es impostergable ya que propone lúcidamente un sendero posible para la poesía del futuro que ya está aconteciendo.

Tras recorrer los desgarradoramente hermosos poemas de Strand, se me ocurre que hay dos operaciones reincidentes en sus escritos que bien pueden- aprovechando el título del libro- extenderse como una invitación a la poesía de este siglo inaugural, tanto para los que la escriben como para los que la leen críticamente. La primera característica sería la invención de una nueva Mitología poética impura: en sus poemas(como en sus ensayos y declaraciones) Mark Strand parece exigir de la escritura una fe y una voluntad creativa novedosa y maximalista, que se deshaga de su auto-impuesta sensación de vergüenza y su consecuente inclinación minimalista. Hay que fabricar un nuevo linaje poético, una mitología para el siglo XXI pero urdida, eso sí, con los retazos de las poéticas del siglo XX;  así uno puede observar cómo los poemas de Strand sin sentir la obligación de inscribirse en ninguna tradición poética disponible, abrevan en todas y funda su Mitología anudando sus despojos: la voluntad pictórica de un Wallace Stevens, la inclinación objetiva de Pound, el intimismo confesional de Ginsberg, la atención a los elementos de la naturaleza del neo-romanticismo, la invención imaginativa del surrealismo, todos conviven en sus poemas como matrices que se enlazan positivamente produciendo un artefacto expresivo singular, nuevo e imprevisible. Un artefacto, además, que al ser resultado de una reinvención hecha desde y con las ruinas no puede sino fundar una Mitología impura, interrumpida, que favorezca a una comunidad poética sin ortodoxia posible.

La segunda característica consistiría en una hipervaloración de la imagen como el operador central en la fabricación de la nueva Mitología poética del siglo XXI. Si, como afirma el filósofo Alain Badiou, el siglo XX estuvo atravesado por una “pasión por lo real”, este nuevo siglo- parecen sugerir los poemas de Strand- se encontrará consignado a una “pasión por la imagen”(los fantasmas, las figuraciones, los semblantes: lo sensible) por la cual la inclinación por lo real(el vacío, lo negativo, la muerte) no se evitaría sino que continúa, se mantiene y despliega por otros medios. Así, en los poemas se puede percibir el trazado continuo de imágenes (hermosos bloques compactos de sensaciones y afectos) que archivan una experiencia con la fugacidad intangible del mundo transformándola en una nueva y más perdurable forma de vivir(otro mundo).

En resumen, “Me va a encantar el siglo XXI” es un libro verdadero, al mismo tiempo contemporáneo y profético, que nos proponer una nueva Mitología poética para este siglo cuyo centro será la imagen: esa provisoria eternidad nacida al filo de las ruinas de cada existencia y que la sostiene en su fragilidad creando, no obstante, una estancia feliz donde las cosas y los vivientes conviven como separados de su materia mortal, aunque más no sea lo que dure un poema:
“Decime que no viví en vano/que las estrellas/no van a morir y que las cosas van a seguir siendo como son/que lo que he visto durará, que no nací/en el cambio, que lo que dije no lo dijeron por mí”