viernes, 24 de mayo de 2013

Instantáneas críticas: Cueto, Mario Ortiz, Valeria Luiselli, Blue Valentine, El amor primera parte y Vida en pareja...

/0-Axioma/

Escribir es dar cuenta de un arrebato pasional creando el espacio abierto para el lector a fin de que éste pueda repetir el pinchazo afectivo. Y la escritura crítica no puede no ser arrebatada- efímera y como adherida a la instanteneidad de su emergencia- pero tampoco puede dejar de volver sobre sí- re/flexionar- porque en última instancia ella misma es pasión y afecto trabajados con la organización estoica que requiere dar con la letra y el concepto preciso y ajustado. Entusiasmarse, querer decir algo, escribirlo, y en el momento de poner una palabra delante de la otra encontrarse con baches, paradas, retrocesos, modos de la organización pero firmemente guiados por el mismo impulso del origen: compartir una alegría y multiplicarla. 
Principios de una crítica feliz que no deja nunca de ser escritura.


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¿Cómo escribir ensayísticamente sobre poesía? ¿Cómo ensayar éticamente la poesía? Hay muchas respuesta. Una- pero no una entre otras en equivalencia indiferente, sino una modalidad rigurosamente singular- es Tres estudios ( Beatriz Viterbo) de Sergio Cueto.

Los ensayos pueden leerse como una genealogía del presente- entendido como vulgarización y tumba del Ideal- que se detiene en tres exemplus paradigmáticos- Dante, Baudelaire y Eliot- para ir exhibiendo el desarrollo constitutivo de "lo que es", formulando de paso- y ahí su ética- la pregunta poética por excelencia: ¿cuál es la exigencia inédita que se inaugura ante la necesidad de escribir en este presente vulgar de ruinas sin levantar ningún nuevo Ideal? ¿Cuál sería la poesía de lo irreparable? ¿Cómo poetizar lo irreparable, en lo irreparable?

Como escribe Jorge Monteleone ( otra respuesta clave a la pregunta por el ensayo sobre poesía): una ética de la lectura que se vuelve una ética de la cultura(...)indagar en la forma estética la posibilidad de leer las huellas de lo por venir y también aquello que huye de la desidia y nos exige, en cambio, un rigor, un trabajo.


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Terminando de leer Cuaderno de Lengua y Literatura V, VI y VII ( Eterna Cadencia, 2013) de Mario Ortiz nos irrumpe la paráfrasis crítica de la pregunta leninista: ¿Qué decir? Y no se trata de una pregunta retórica; es, en cambio, el efecto material mismo de la lectura: la alegría de querer continuar diciendo pero la necesidad de detenerse, admitiendo al mismo tiempo ese deseo y la obligación de aprender a hablar de nuevo. Uno no puedo simplemente afirmar "es muy bueno", porque eso es relativo a una escala de valores desde la cual se puntúa, y es preciso para ello que el libro se adapte al Conjunto( Poesía) como elemento del mismo. Pero Ortiz puso a funcionar una máquina que, comenzando en los límites difusos de "la poesía", ha cobrado una autonomía tal que es su propio conjunto: cada cuaderno es un elemento de un Conjunto abierto que llamamos "Cuadernos de Lengua y Literatura".
Diseñar una máquina literaria capaz de conquistar una suerte de autodeterminación inmanente, ¿no es un delirio megalómano en una época que reclama proyectos precarios y sin muchas ambiciones? Sí, lo es; y este lector, cada lector, lo agradece, ahora devenido un engranaje más en esta "verdadera tecnología de la imaginación" que me ofrece, y nos ofrece, "una posibilidad imaginaria de sobrevida"


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Papeles Falsos (Editorial Sexto Piso) de Valeria Luiselli es un artefacto que suelda piezas heterogéneas poniendo a andar una experiencia sólo emanada de la experimentación. Para dar una idea- aunque las singularidades aceptan malamente las comparaciones- es un cruce entre Orquídeas (Editorial Nudista) de Margarita García Robayo y Cuadernos de Lengua y Literatura V, VI y VII de Mario Ortiz: pequeños núcleos narrativos que posibilitan la deriva y el encuentro azaroso con detalles punzantes que activan una nueva observación- una mirada inédita que no conoce la cosa sino que co/nace con ella- y conexiones entre fragmentos de los saberes y discursos flotantes que nos obligan a desparramar nuestra biblioteca, no tanto para entender más sino para armar figuras con los libros en el suelo que, aunque no digan nada, hacen algo: trazos y cartografías imaginarias que funcionan, y nada más. 

Una etnología urbana ficticia, un laboratorio de química discursiva dirigido por un niño: en suma, papeles falsos. Porque- como decía D.- sólo la potencia de lo falso nos permite seguir creando. Y es esta la primer ética que aquí propiciamos.


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Ejercicio e(ste)tico-crítico: ver las películas Blue Valentine, El amor, primera parte y Vida en pareja en continuado, como una serie que podríamos bautizar Las temporalidades del des-amor.
Los tres films comienzan con una ruptura: el presente de la imagen es el presente de una separación. Y todas realizan un giro sobre las historias dirigiéndose al pasado de las personas involucradas, y es esa la primera impugnación al "privilegio del presente"; como si al desamor absoluto no le correspondiera la dignidad de una historia, como si la cámara supiera que "lo que es" carece de importancia si no es para Dos.
Pero hay una segunda torsión que las tres películas efectúan en su "regreso al pasado", cada una con composiciones temporales singulares que dan cuenta de la inequivalencia de cualquier historia de amor: el pasado no es la límpida secuencia que explicaría el desasosiego del presente; el pasado se emancipa de ser un índice larvario del momento en que las películas comienzan, y se apropian así de una autonomía y una belleza que no cabe llamar de otro modo que no sea "una belleza amable".
Y, de este modo, al terminar las tres películas, descubrimos que el presente de una separación y un desamor absoluto no importan, o importa tanto como cualquier cosa; que las películas nos confiesan una verdad difícil de soportar: que no hay separaciones ni desamor sino sólo encuentros que dan todo lo que pueden dar, y que luego se descomponen en búsqueda de otros encuentros. Y que todo encuentro amoroso, por el hecho de ser en el tiempo- y no poder sostenerse en el acontecimiento intemporal del arrebato-, es ya un des-encuentro; que todo abrazo convive con la lejanía; que toda historia de amor es, al mismo tiempo, una historia de des-amor. 
Y que nada podemos hacer con ello, más que explorar y explotar esa aporía hasta el límite de lo soportable. Eso que, a riesgo de no decir nada, llamamos amar.


Todas las críticas tuvieron su origen en posts de mi Facebook
al terminar de leer un libro o ver una película.

Javier Martínez Ramacciotti 24/05/2013