LA
LÁGRIMA QUE SOLTÉ EN EL PASADO AÚN NO TOCÓ EL SUELO
- sobre Siembran-
Javier Martínez Ramacciotti
y
muchos años tendrían que atestiguar un cambio.
La
pelota que arrojé cuando jugaba en el parque
aún no
ha tocado el suelo.”
Dylan Thomas
“Hermana
en turbulenta pesadumbre,
mira
una barca de angustia sumirse
entre
estrellas
en el
callado rostro de la noche.”
Georg Trakl
Primero, temprano, en la facu. Clase del
seminario del equipo de investigación. Vamos y venimos respecto a los cruces
del arte contemporáneo, desde un concepto a una noción contradictoria, desde un
autor a otro lejano, y todo termina en un simple y contundente llamado a la
experiencia que sabe tomarse su tiempo;
digamos, a la aún-no experiencia, a la suspensión del sentido de los que nos
(tras)pasa y nos arrebata la lengua. Primero, temprano, en la facu, un llamado
a habitar ese despojo de las palabras con las que atolondramos la herida de la
experiencia, de cada experiencia. Y con ese llamado en el cuerpo bajo al
centro. Con la herida en una mano; con el mutismo en la otra.
Más tarde, esperando para ingresar a ver la obra
del Izquierdo Teatro, Siembran. La
obra se realiza en un departamento. No en un espacio cultural, no en un teatro,
sino en un departamento que hace las veces de escenografía de un departamento.
Y en ese espacio reducido, dos chicas que acaban de mudarse ejerciendo el sutil
arte de habitar un lugar que ni las niega ni las implica, tal y como lo hacen
mil chicas que habitan departamentos en córdoba. Y un chico, el hermano de una
de ellas, que las visita para poner inicio a una secuencia de actos que podrían
estar sucediendo en el exacto mismo momento de la actuación en el departamento
de al lado. L., al salir de la obra, me dice que es complicado apreciar el
ejercicio actoral cuando se actúa de algo tan cotidiano y común que podrían
estar haciendo de ellos mismo. Yo pienso que nada más extremadamente intrincado
que actuar o ser uno mismo, y que por eso me habían impactado las tres
actuaciones, pero no se lo digo porque, bueno, ya lo escribí, nada más
trabajoso que ser transparente, con uno o con los otros, da igual. De algún
modo, la gran virtud de la obra es efectuar una representación de una cadena de
hechos tan próximos, tan de cada uno de nuestros días, que lo más sencillo
sería que declinara en la tautología que replica lo ya sabido y nada agrega, y
sin embargo…L., mientras caminábamos a buscar las prometidas empanadas de quínoa,
me hizo notar que en un momento una de las actrices pasó al frente nuestro y
dejó caer una lágrima que yo no había notado. Siembran esquiva la tautología de la reproducción de vidas
ordinarias sin recurrir a giros imprevistos ni técnicas de des/automatización
y/o extrañamiento- sólo apenas recurriendo a unas inquietantes miradas al
público que parecen funcionar como implicadores, como un cordón umbilical
invisible que dice: a ustedes también les está pasando esto- , sino simplemente
focalizando en esas tres vidas esa
lágrima que cada una dejó deslizar y no pudo apreciarse y que aún sigue cayendo.
Digámoslo de otro manera: vivimos en una ciudad que se eleva en edificios que
acumulan biografías de las que no sabemos nada e intuimos son todas más o menos
lo mismo; Siembran no viene a
exhibir que esa intuición sea una reacción inercial, un presupuesto homologador.
Nada más lejos. Casi que dice: miren, están en un departamento viendo un
departamento y la vida de tres chicos como la vida de cualquier otros tres
chicos. Pero agrega: sólo que cada uno de esos tres chicos tiene una lágrima
que ni ellos ni ustedes ni nosotros vimos. ¿Vamos a descubrir el mecanismo
exacto por el cual esa lágrima llegó al ojo y luego se deslizó hasta el suelo
para perderse en la fosa común de los dolores comunes? No tenemos idea, acaso
sólo intuimos, quizá nunca fue lo importante, las razones de los sufrimientos;
ni siquiera nos habilita la catarsis de la tragedia, gracias a un preciso
trabajo con un humor que lejos de desafectar la intensidad del surco de la
lágrima lo amplifica en la cámara sonora de la risa (pensaba, mientras me reía
sin olvidar que lo hacíamos flotando sobre las lágrimas que no vimos caer, en
la frase de la película Beginners: You make me laugh but it´s not funny).
Sabemos desde un comienzo que los tres personajes habitan el fracaso de sendas
relaciones, y que esos fracasos, esos lazos deshilachados, son los que al mismo
tiempo los ponen juntos para compartir sus rupturas, una suerte de comunidad de
lágrimas y soledades compartidas. Podríamos decirlo sin tantos giros: están
destruidos y sin embargo están, siguen estando, cerca, lejos, otra vez cerca,
sin poder cancelar la distancia mínima de la que estamos hechos pero haciendo
su mejor esfuerzo para no dejarla crecer. ¿Hay épica en eso? No. O sí, quizá Siembran responda que hay una modesta y
democrática épica que hace de cada uno de nosotros levantándonos para erigir el
mundo cada mañana una especie de héroe cuyo himno nadie se va a tomar el
trabajo de componer, y con justísima razón.
Como aparece recitado en medio de la obra en una
lectura de un libro de Hugo Mujica sobre Georg Trakl: la noche no oscurece, revela. La noche de cada una de esas tres
vidas soltadas de sus órbitas- sus relaciones- revelan algo, pero no es la
cifra de la efinge del dolor, ni una pedagogía de su transmutación en alegría.
Revelan, lisa y llanamente, la noche. La noche revela la noche. La lágrima
revela la lágrima. La soledad revela la soledad. Nada que aprender, nada que
superar. Pero sí algo para mostrar, y acaso toda la obra no sea más que aquello
que efectivamente hace: tres vidas cualquiera, con sus heridas en una mano y
sus mutismos en la otra, compartiendo un mínimo espacio. La imagen final, que
no vamos a spoilear, debe quedar en el ranking de condensadores sensitivos que
ocupan y se domicilian para siempre en la retina y la memoria afectiva de cada
uno de nosotros, y de algún modo dice lo obvio pero lo dice entre muchos y para
muchos: las lágrimas que soltamos, y que aún siguen cayendo, nadie las va a
rescatar, pero uno al lado del otro podemos (hacer) pasar el tiempo sin que eso
nos hunda.
Al terminar la noche, acompañando a L. a su
casa, mientras comenzaba a sentir el avance de las puntadas de la migraña,
escucho su voz como de lejos- era ella o yo quien estaba en el exilio de la
situación, quién sabe, no importa- y en un imprevisto me dice: "acá te
dejo solo". No presté atención a la frase, reaccioné sin reaccionar: Okis,
dije. Podría haber dicho muchas otras cosas más acordes, más fieles a mí mismo,
pero ya fue escrito: nada más difícil que actuar de unos mismo. "Acá te
dejo solo", me seguí repitiendo, como si la frase hubiera estado todo el
día conmigo. Acá te dejo solo, en la facu. Acá te dejo solo, en la obra. Acá te
dejo solo, volviendo a casa, solo. A mi lado había un perro y le repetí la
frase: "acá me deja solo". Ladró. Dos veces. Guau, guau, dijo, que
como todos sabemos- o me pareció evidente en el momento- en idioma canino
significa: te acompaño en el camino, no
te hagás drama, yo te banco.
Gracias Perri. Gracias Siembran. Gracias, por eso, sólo por estar, mientras camino
derecho, con el mutismo en una mano y la
herida en la otra.
Funciones:
A
las 20.30 hs // los viernes (La dirección se pasa por privado, reservas por
Inbox o sms/Wasap al 3516168435)
FICHA TÉCNICA
Dirección: Eugenia Hadandoniou
Dramaturgia y Actuación: Delfina Díaz Gavier,
Gustavo Kreiman, Daniela Valdez
Producción: el Izquierdo | teatro
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