lunes, 1 de agosto de 2011

Exceso y política: el pensamiento de Del Barco sin Del Barco.

Acá una pequeña opinión de Roque Farrán con respecto a la carta que Oscar Del Barco envió a La Voz del Interior en ocasión de la premiación de Gelman por parte de la UNC.
En gran medida son atendibles los apuntalamientos de Roque, algunos de los cuales ya los había expuesto en otras oportunidades en el propio Blog.
Personalmente creo que es cierto, que en algunas personas Del Barco provoca lo que en su momento provocó Heidegger: una parálisis del pensamiento en función de una transferencia amorosa. De lo que, creo, no se debería seguir-como parece indicar Roque- que haya que suponer lisa y llanamente que "Del barco derrapó" y deshecharlo sin más sino, por el contrario,  anudar aquellos hilos de su obra que sean propicios al pensamiento con otros hilos textuales, y dejar en la oscuridad del mito aquellas palabras tan encantadoras que sólo piden de nosotros una especie de postración místico-poética(y esto es válido con varios otros autores que satisfacen nuestros impulsos estéticos so riesgo de paralizar el pensamiento que siempre, pero siempre, es potencia, ergo, actividad sin fin) Y en este sentido, creo que Del Barco, mediatizado por la tradición materialista, sí nos dice algo respecto a la política- en ese "nosotros" indefinible que es el pensamiento/praxis de izquierda- : no hay enemigos, el único modo de profanar el dispositivo de gobierno como soberanía(como la capacidad de distinguir amigos y enemigos, adentro y afuera, ley y excepción, vida que vale la pena ser vivida y menos que vida), es hacer entrar en la lógica del cálculo y la estrategia política, la lógica desmesurada(sin cálculo) de la demanda infinita y singular de la ética. Lo que Derrida denomina la "hosti-talidad"(en la que que resuenan simultáneamente la hospitalidad y "el hostis", la apertura incondicional al extranjero sin pretensión de instituir aduanas de identificación o reducción a la mismidad del huesped: el abrigo de lo extraño que lo mantiene en tanto que tal) Y ejercer esa tarea(o sea, esa praxis sin manual de instrucciones, siempre distinta cada vez) pero en el interior de la singularidad irreductible de cada situación: porque el axioma no hay enemigos no es una verdad, un universal con contenido positivo que podríamos, a través de mediaciones, concretar, sino una interpelación vacía que sólo existe en sus instancias materiales de verificación. Por lo tanto, nadie puede posicionarse desde ese axioma para juzgar el decurso pluridimensional de la historia, ya que caso contrario se estaría en posesión de un meta-lenguaje que se entronaría como nuevo "Tribunal de la historia", y si así lo fuera existirían especialistas que puedieran elaborar las directivas por medio de las cuales "la realidad"(materia informe) debería amoldarse(darle forma). Y eso, nuevamente, es metafísica, hegelianismo, totalitarismo del saber: Teo-tecno-cracia del "alma bella". "No hay enemigos", "hosti-talidad", sintagmas que no son promesas sino premisas cuya real-ización es siempre precaria y colectiva e inmanente: no se trata del anacoreta en el desierto velando por el "libro de las leyes" que un mundo bárbaro se esfuerza en no comprender(y premiar esa incomprensión), sino de descender a la ciudad y ponerse en juego entre muchos, para entre todos llegar a ser lo que desde siempre se es, sabiendo que ese momento es como una estrella haciéndonos juegos de luces a la distancia: siempre ahí y siempre lejana.

3 comentarios:

  1. Más sobre Gelman y Del Barco.
    Las frases, los enunciados (por utilizar un lenguaje odioso) configuran un lugar cada vez que aparecen. No existimos sino es en relación a esos enunciados, en determinado lugar y en determinado momento.
    Quizás esto nos podría servir para ahondar un poco más en esta polémica. En principio para situar algunas coordenadas del enunciado (ético) de Del Barco.
    1. Coincido con Javier en que el campo que Del Barco mina, no refunda la famosa teoría de los dos demonios (amigo-enemigo, izquierda-derecha), entenderlo así es simplificarlo, reducirlo, y dejarlo impensado. El enunciado de Del Barco ahueca, profundiza, y en este sentido suspende y neutraliza (por utilizar el lenguaje blanchotiano) esos binarios en los cuales, sin embargo (no sin cierto cinismo), caemos una y otra vez. Es decir, no olvidemos que en ese lugar que se ilumina en los dichos de Del Barco, aparece nada más y nada menos que toda la generación de “Pasado y presente”; una generación que intentó fundarse desde un “afuera” de ese binario, enfrentando un poder político, una teoría, y a hasta un partido que impedía avanzar sobre la aprensión de “la realidad que nos envuelve” (dice Aricó en el primer texto del primer número de la revista), y en ese sentido fueron los “excomulgados” del partido comunista y, por supuesto los exiliados de un país.
    Dice Aricó en el primer número de la revista:
    “…¿cuándo se puede hablar de la existencia de una nueva generación? Cuando en la orientación ideal y práctica de un grupo de seres humanos unidos más que por una igual condición de clase por una común experiencia vital, se presentan ciertos elementos homogéneos, frutos de la maduración de nuevos procesos antes ocultos y hoy evidentes por sí mismos”
    Esa “experiencia vital compartida” “fruto de nuevos procesos” que ven la luz, llevó a esa generación de ruptura a contradicciones insondables. La lucha armada fue una de ellas y estuvo en el centro de las disputas hasta el último número de la revista.
    En algún lado Lévinas pone el siguiente ejemplo: uno quiere correr una silla, se levanta para hacerlo, en el camino tira un vaso, derrama la leche, hasta que finalmente corre la silla. Todos los accidentes, esos “restos” de la acción, son parte de la acción misma; son su “exceso”. La lucha armada fue, en múltiples sentidos, el “exceso” de esta generación que en su afán de ruptura recayó en los métodos políticos que rechazaba.
    La obra de OdB testimonia esa contradicción y se hace cargo (si se quiere) de ese exceso; avanza progresivamente desde un marxismo cada vez más heterodoxo que llega al extremo de lo pensable: no hay enemigos, como cita Javier. En los intelectuales en cuestión, Blanchot se refiere a esta oposición y pretensión de la manera siguiente: el intelectual se opone, reacciona y apoya (casi siempre a posteriori) una exigencia de justicia que está lejos del derecho, una justicia más simple “más abstracta y formal, tanto como pueda serlo la idea del hombre en general”. Es este un marxismo que se desdobla y se pregunta desde múltiples lugares posibles sobre una acción, sobre una praxis compartida con otros que sin embargo parecen avanzar sorda y ciegamente en una renegación canallesca.
    Ese es el vacío que me parece nos toca pensar a su vez para re.generar la potencia del pensamiento político.

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  2. Por supuesto que estoy de acuerdo con la posibilidad (y potencia) que abre un autor de hacer otros anudamientos (mi intervención apuntaba, como digo allí, a quienes se quedan embobados y no pueden pensar en nombre propio). De hecho, creo también que oscar ha escrito cosas interesantes, i.e. El Otro Marx. Pero últimamente no tanto. Es lo que planteo en estas entradas: primero en relación a Nancy, luego a varios contemporáneos. http://fragmentosdeescritura.blogspot.com/2011/03/politica-y-existencia.html
    http://fragmentosdeescritura.blogspot.com/2011/02/respecto-de-notas-sobre-la-politica-de.html

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  3. Por eso diferenciaba también entre lo personal, lo político y lo intelectual. Incluso en este último campo hay una diferencia entre los planteos situados de antes (la crisis del marxismo) y los planteos actuales que, para mí, no tienen anclaje en procesos concretos y no convocan a pensar la complejidad de la época.

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